No dejo de encontrarme buenas construcciones en el territorio nacional. Aunque parezca una contradicción, la burbuja inmobiliaria ha servido para crear una gran generación de arquitectos que siguen trabajando. Si bien los horrores de la burbuja nos han dejado en ocasiones paisajes urbanos insoportables, en otras han contribuido a modernizar el parque urbano, y en esta mezcla de lo bueno y lo malo, siempre aparece por medio la administración que ha auspiciado muchas de estas obras.
Como ejemplo de un caso horribilis, me he encontrado este colegio en Pamplona, realizado por el arquitecto local Xabier Ilundain, un edificio que no dice nada, totalmente blanco y sin ningún adorno, como podría ser plantas, arboles o algún otro color, que además tiene un patio que bien podría ser de una cárcel más que de un colegio. Tampoco está en consonancia con el entorno, ni se inserta en el, ya que está en una conocida zona, al lado de una iglesia neo-gótica. En definitiva un proyecto que parece realizado con muy poco esfuerzo y sin ningún cariño.
Pero por contra también quiero poner este otro proyecto del arquitecto Daniel Gutiérrez de San Sebastián y realizado en Bilbao para la sede de Osasunbidea, un edificio completamente rompedor en un entorno como el ensache de los años 60, pero que se inserta de forma orgánica, del mismo modo que ya he visto en muchas otras ciudades, con abundancia de cristal y sin tanto hormigón. Un edificio bello por fuera y por dentro, que nos recuerda el pasado industrial de la ciudad, al mismo tiempo que ciertas notas con madera quieren recordar también el paisaje exterior de donde se inserta. Un edificio para una ciudad que continúa renovándose y que me recuerda cada día más a Barcelona.
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